domingo, 25 de octubre de 2015

Contrastes. Una experiencia en Nueva York.









He ido pisando la cuerda en el aire desde que amanecí en este sueño y todavía no he decidido por qué lado bajarme.

Estoy mareada de volar.

Estoy tan cansada de sentir que todo se balancea, que tocar el suelo empieza a parecer imposible.

¿Y si estoy al revés?

Y si es esa cuerda de la que cuelgo y no la que me sostiene. No quiero soltarme.


Creo que por cada cosa que aprendo, siempre veo algo malo. Que por cada cosa negra, también hay algo blanco. Y el gris tiene el grosor de la delgada línea bajo mis pies. La delgada línea de la vida.

He visto como mi cabeza se dividía. Cómo mis colores no son lo mismo cuando miro hoy que mañana. He visto el día y la noche amanecer en sentidos contrarios hasta casi cruzarse. He visto el BLANCO y el NEGRO, de la misma humanidad y con la misma piel, pisando distintos suelos. He visto el detalle de la riqueza y la imaginación en la pobreza.

He visto el agua arrasar escogiendo mal los caminos. He visto la humedad, la necesidad de aire, de respirar. Y he podido llegar a lugares donde se paga por esto.

He visto a mi mente intentar dividirse. He visto a mi mente intentar separar, ser débil. No separes o no aprenderás
Que tu ayuda al mundo está en mezclarlo. Está en ser fuerte cuando tienes todo y cuando no tienes nada. Está en ser fuerte por buscar el punto medio. Las herramientas en busca de la bisectriz.

He visto a mi alma parar en el día para separar dos vidas. No son la de la derecha y la de la izquierda, no son la de la pobreza y la riqueza. Son la que llevo por dentro y la que vivo por fuera. Son la de la sensatez y la locura. Son las que me han hecho estar a punto de perder la cabeza.  

Y cuando ya todo parecia terminar, acabar, tocar, y estabilizarse...


Me di la vuelta.


Encontré el sentido de mi vida...


                               era para el otro lado.

Por Main Stanich. Vuelta a casa. 

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