domingo, 11 de septiembre de 2011

En mí.


Te he visto por aquí muchas veces.

Pero no sé quién eres. He intentado salir a buscarte pero me ha sido imposible. Cada vez es más difícil. Quiero saber cómo te llamas y por qué me lees por las noches. A veces me gustaría poder mover los ojos para poder mirarte, así no tendría que esperar a que fueras tú quien viniera a buscarme.

A veces creo que puedo moverme, y lo intento. Pero hay algo que me lo impide. Tengo idea de que son mis errores. De que no lo hice bien en algún momento y por eso ahora mi cuerpo no responde. A veces creo caminar, pero es solo mi sueño, que va montado en fantasías. A veces intento hablarte, pero pienso que a lo mejor no tengo nada bonito que decirte.

Intento continuamente levantarme, moverme, pero no me apetece. Estoy cansado todo el rato. Ya he experimentado esto antes, después de una larga siesta. Pero por dentro estoy inquieto, y llevo muchísimos años teniendo ganas de mear.

Te he visto antes. Me suenas de algo y me gustaría preguntarte. A veces yo voy corriendo como tú de un lado a otro, pero por dentro de mí. A veces miro claramente, y a veces voy tan rápido que solo veo cosas borrosas, y ondas. A veces no veo nada y despierto pasado mañana. Y a veces no despierto, o a lo mejor es que no sé diferenciarlo.

Tengo ganas de mover los dedos, pero no los veo. Seguro que si los viera podría moverlos, porque ¿cómo voy a controlar algo que ni siquiera puedo ver? ¡Quiero verme los pies! ¿Me entendéis?

A veces pienso en cómo verán los de fuera mi mundo, porque yo no veo el suyo más que dentro de este maldito marco de televisión. ¿Qué estará pasando en los márgenes? Y entonces apareces tú, bendita programación.

Te he visto por aquí muchas veces. Aún no sé quién eres. Hoy has venido vestida de morado, lo sé porque distinguía un borrón entre el azul de las paredes de este lugar. Hoy te has sentado a mi lado, y me has tocado. Las ganas de mear han aumentado. Las ganas de llorar no han aguantado y creo que me han tenido que secar la cara. Ah no, no eran mías.

¿Por qué lloras, pequeña?

¿Lloras porque estás ahí dentro? ¿Dentro de un mundo de colores y de naturaleza? ¿Dentro de una vida con brazos y piernas?¿Lloras porque quieres entrar aquí? Lloras tirada en mi cama y no puedo consolarte. Malditas sábanas que me mantienen pegado a la cama, maldita indiferencia, maldita torpeza la mía y maldito el camino que yo no elegí.

¡Que alguien la consuele que yo no puedo!

Hoy me he levantado soñando ¿sabes? Salías tú leyéndome un cuento, estábamos los dos tirados queriéndonos. Pero tú no llorabas. Solo reías recordando cosas. Luego decías que yo no te oía, pero no es así. Te presto siempre mucha atención, porque quiero saber cómo te llamas. Luego venía la música y se oía mucha gente, corrían niños, y entraba el sol. No sé por dónde. En ese sueño no te podías lamentar ni llorar, porque ¿para qué? Tú puedes leer junto a mí y yo te puedo oír. Para qué más.

Este sueño ya no me gusta tanto. Cuando me agarras la mano primero me altero, luego tengo miedo. Hoy lo has hecho más fuerte, que lo noto aunque tú digas que no. He visto el anillo que llevas en el dedo, es precioso. He visto cómo me cogías de la mano y unías mi dedo con el tuyo; y también tengo una anillo. ¡Anda! Es igual que el tuyo.

Hoy solo quería correr, suelo querer mucho eso, pero cuando te he visto llorar, sólo quería correr. Si supiera tu nombre puede que quisiera correr contigo. Te me has adelantado; y me has subido a una silla. No lo hagas por favor, tengo miedo al movimiento. Todo ha ido rápido otra vez, y me he desmayado. Cuando he abierto los ojos, he creído estar fuera. Lo he visto todo desde tan alto, el campo, las nubes…No parabas de hablar pero he dejado de escucharte, me puede la duda. ¿Es eso el mundo? ¿El mundo de quién? Desde luego el mío, no.

Es precioso. Y tú, eres preciosa, ahí sentada en la ventana. Me gustaría decírtelo pero no sé cómo. Gracias. Gracias por traerme hasta aquí. Y, ¿sabes qué?

No sé cómo demostrártelo.

Soy feliz.