A Carlos y Alejandro:
Soy especialista en pensar que la edad no importa, no
importa para creer, para crecer, para conocer, no importa la edad que tengas
para ser alguien.
Ayer me enseñaste que no importa la edad para poder estar en
todas y en cada una. Para poder reírte como un niño y hablarme como un adulto,
para poder ser mi padre, mi hermano y mi hijo. Mi cabeza olvidó contigo con
quién hablaba, si tenías veinte o treinta años o si eras bebé o anciano. La
virtud te guarda en todas ellas. Me hiciste recordar que hay gente que a tu
edad aprende a valorar las cosas mucho más rápido que con la mía.
Valórame.
-¿Qué precio me pones?
-Treinta monedas de plata.
-Que sepas que aún hay gente que puede ponerme un precio.
-Eso es que no te conocen y no te valoran.
¿Puede valer cada parte de mi vida una moneda?
Esta moneda vale cuando aprendí a
caminar, y nunca dejé de hacerlo, vale lo que cuesta dar un paso detrás de
otro. Vale lo que se sufre desconociendo el siguiente paso y lo que cuesta
darlo.
Hay mil monedas que valen mis
caídas. Los errores, los fallos, las veces que tropiezo y que necesito alguien
para levantarme. No creo en los errores, no creo en que estén mal, creo
únicamente en lo que se puede aprender de ellos.
Esta moneda vale las veces que me
he levantado. Las veces que he recordado lo feliz que fui cuando sonreí a a la
existencia, lo feliz que fui cuando después de tener las rodillas llenas de
barro, tuve las manos con las que me he levantado, y tuviste las tuyas por
empujarme a ello.
Hay una moneda que vale lo que nadie
ve de mí. Lo que la gente no descubre antes de marcharse de mi vida. ¿La
recuerdas? Hablamos de ella. Esa moneda que se guarda en la paciencia, y que
todo el mundo quiere conocer, pero nadie espera a hacerlo. Esa moneda que se
esconde tras una cortina llamada ‘juzgar’, tras el creer no valer más y no
tener la suficiente fuerza como para buscarla. Ayer tú descubriste esa moneda,
y yo podría vender por mil la tuya.
Porque demostraste ser feliz,
tener capacidad para ello y sobretodo ser consciente de ello, cuando la mayoría
no somos capaces de asumirlo, o no queremos. Mi mente descansa ahí y tanto se
relaja que no puedo ni pensar que realmente lo soy, que ayer hablando contigo lo
era, feliz. Y que aún hay gente que busca por serlo, y quiero conocer y
descubrir a todas y cada una de las personas que lo intentan.
Por Main Stanich
18 de Marzo de 2013