Mis pies hoy han dudado pisarlo. Antes de hacerlo lo he
pensado largo rato. Entrar o no entrar. Tu realidad me duele. Tu realidad está
ahí, y tantas veces no quiero recordarla.
El Gallinero.
La primera vez que te vi correr hacia mí me enamoré. No me
habías visto nunca, no te conocía, y aun así corriste y saltaste a mis brazos,
en busca de mi cariño y de mi aceptación.
He visto tu realidad, tan distinta a la mía. Hoy sonreías.
Hoy y mañana. ¿Por qué a mí aún me cuesta bajo mi edredón y en mis calcetines,
y tú sonríes en la frialdad de la vida?
Entonces, ¿dónde me perdí yo?
Tus ojos me recuerdan que tengo que olvidar. Que tengo que
olvidar que existen las preocupaciones y los móviles y volver a jugar con la
tierra y con las esperanzas. Volver a ser niño como tú para aprender a ser
adulto. Volver a descalzarme para entender el concepto de suela y de zapato.
Quitarme los abrigos y sentir el frío, para entender el anhelo del calor y
quién y qué lo producen.
La primera vez que te vi correr hacia mí me enamoré. A veces
eres el niño más callado y a veces un nervio con patas. A veces eres agresivo,
a veces autista, a veces tienes miedo, a veces te escondes y otras no paras de
hablarme. A veces subes, a veces bajas, a veces te pierdes. Pero en todas ellas
puedo leerte. Puedo leer todo lo que luchas cada día y lo que vas a hacerlo
cuando crezcas. Porque va a ser difícil, pero no imposible.
La primera vez que te vi correr hacia mí me enamoré. Me
enamoré de tus ganas de abrazar y confiar en desconocidos. De confiar en mí. De
enseñarme la mayor sonrisa del mundo y las mayores ganas de vivir. De enseñarme
a bailar, a jugar y sobre todo a querer sin reparos, sin prejuicios y sin
carcasas.
Fuiste mi hijo, mi hermano pequeño y mi profesor, por un día.
Yo solo supe ser la grúa o el caballo que te mecía de un lado a otro, mientras
mis ojos asimilaban. Asimilaban tu sonrisa, tu vida, tu alegría. Tú me
entiendes a mí antes de que yo te entienda.
Te llevé de la mano. O no. Me llevaste tú de la mano
enseñándome tu mundo,
¡que es el mío! Y lo peor es que sigo creyéndome lo de que
son distintos.
Esta sociedad está tan equivocada. Nos hace creer que
nosotros somos el principio y vosotros sois el final. El principio del
progreso, de la inteligencia, de la burocracia;
y vosotros el final del género. Cuando seas mayor demuéstrale al mundo
que sois el principio, el principio de la cooperación, del desarrollo, de la ‘humanidad’
de la humanidad, del creer, del hacerse grande siendo tan pequeño, del luchar,
del conseguir,… de la humildad…tantas cosas que en esta sociedad hace mucho que
son el fin…
Y sobre todo grita al mundo que no existe un VOSOTROS…solo
hay un NOSOTROS.
Que es mi mismo suelo y tu mismo suelo, que tenemos derecho a
la misma agua y que todavía pagamos lo mismo por respirar el mismo aire.
No quiero que haya un abismo entre mi percepción y tu
percepción del mundo, no quiero que haya dos mundos solo porque lo percibamos
distinto. No quiero que haya dos mundos. No quiero desestimarte por ser yo
mayor y tú pequeño, no quiero apartarte de nuestro mundo ni demoler tantos
hogares con familias teniendo tantas casas sin ellas.
No quiero demoler vidas.
Que no fue tu
elección, pero sé cuál puede ser la mía.
Hoy quería llevarte conmigo. Pero ¿cómo me atrevo? ¿Sacarte
del lugar donde nacen las sonrisas gratuitas por llevarte al lugar de las
necesidades?
Deberías adoptarme.
¿Sabes por qué? Mi horizonte lo han marcado mis rascacielos
de vidrio y mi contaminación. Lo han marcado mis equivocaciones y mis gastos,
lo han marcado mis ganas de tener y de atesorar.
Tu horizonte lo han marcado mis desechos, mi basura, y mis
sobras. Lo que sobra.
Pero en esta vida, todo lo material se puede reciclar y
ninguna persona sobra.
Yo no creo en las sobras.
La primera vez que te vi correr hacia mí me enamoré. Creo
que es curioso el primer momento en el que la inocencia choca con la culpa. Y
la sana. A veces voy allí creyendo que puedo hacer algo por el mundo… gracias a
Dios que el mundo puede hacer algo por mí.
La primera vez que te vi correr hacia mí me enamoré. Gracias
por ayudarme. Gracias por darme un calor que no es físico, y enseñarme que
tenía que cambiar de zapatos para poder seguir andando. Gracias por el casco de
obra mental, y por bañarme en alegrías. Por recordarme que por mucho que yo me
lave por fuera, puedo seguir sintiéndome sucia. Por demostrarme que no importa
el juguete, sino con quién juegas. Y sobre todo que el dinero a mí me dará más…pero
a ti nunca te hará ser menos.
Porque aquí siempre tendremos paredes, pero tú,
siempre tendrás familia.
Por Main Stanich.
Os dejo una canción genial de MARWAN que sabe SENTIR mejor que yo.
Os dejo una canción genial de MARWAN que sabe SENTIR mejor que yo.
y un vídeo de un gran chaval, sobre el gallinero.
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