domingo, 24 de noviembre de 2013

El gallinero.

    Mis pies hoy han dudado pisarlo. Antes de hacerlo lo he pensado largo rato. Entrar o no entrar. Tu realidad me duele. Tu realidad está ahí, y tantas veces no quiero recordarla.

                                                     El Gallinero.



    La primera vez que te vi correr hacia mí me enamoré. No me habías visto nunca, no te conocía, y aun así corriste y saltaste a mis brazos, en busca de mi cariño y de mi aceptación.

    He visto tu realidad, tan distinta a la mía. Hoy sonreías. Hoy y mañana. ¿Por qué a mí aún me cuesta bajo mi edredón y en mis calcetines, y tú sonríes en la frialdad de la vida?

                          Entonces, ¿dónde me perdí yo?

    Tus ojos me recuerdan que tengo que olvidar. Que tengo que olvidar que existen las preocupaciones y los móviles y volver a jugar con la tierra y con las esperanzas. Volver a ser niño como tú para aprender a ser adulto. Volver a descalzarme para entender el concepto de suela y de zapato. Quitarme los abrigos y sentir el frío, para entender el anhelo del calor y quién y qué lo producen.

    La primera vez que te vi correr hacia mí me enamoré. A veces eres el niño más callado y a veces un nervio con patas. A veces eres agresivo, a veces autista, a veces tienes miedo, a veces te escondes y otras no paras de hablarme. A veces subes, a veces bajas, a veces te pierdes. Pero en todas ellas puedo leerte. Puedo leer todo lo que luchas cada día y lo que vas a hacerlo cuando crezcas. Porque va a ser difícil, pero no imposible.

La primera vez que te vi correr hacia mí me enamoré. Me enamoré de tus ganas de abrazar y confiar en desconocidos. De confiar en mí. De enseñarme la mayor sonrisa del mundo y las mayores ganas de vivir. De enseñarme a bailar, a jugar y sobre todo a querer sin reparos, sin prejuicios y sin carcasas.

   Fuiste mi hijo, mi hermano pequeño y mi profesor, por un día. Yo solo supe ser la grúa o el caballo que te mecía de un lado a otro, mientras mis ojos asimilaban. Asimilaban tu sonrisa, tu vida, tu alegría. Tú me entiendes a mí antes de que yo te entienda.

    Te llevé de la mano. O no. Me llevaste tú de la mano enseñándome tu mundo,
¡que es el mío! Y lo peor es que sigo creyéndome lo de que son distintos.

   Esta sociedad está tan equivocada. Nos hace creer que nosotros somos el principio y vosotros sois el final. El principio del progreso, de la inteligencia, de la burocracia;  y vosotros el final del género. Cuando seas mayor demuéstrale al mundo que sois el principio, el principio de la cooperación, del desarrollo, de la ‘humanidad’ de la humanidad, del creer, del hacerse grande siendo tan pequeño, del luchar, del conseguir,… de la humildad…tantas cosas que en esta sociedad hace mucho que son el fin…

             Y sobre todo grita al mundo que no existe un VOSOTROS…solo hay un NOSOTROS.


    Que es mi mismo suelo y tu mismo suelo, que tenemos derecho a la misma agua y que todavía pagamos lo mismo por respirar el mismo aire.

    No quiero que haya un abismo entre mi percepción y tu percepción del mundo, no quiero que haya dos mundos solo porque lo percibamos distinto. No quiero que haya dos mundos. No quiero desestimarte por ser yo mayor y tú pequeño, no quiero apartarte de nuestro mundo ni demoler tantos hogares con familias teniendo tantas casas sin ellas.
                                                                                                                                               No quiero demoler vidas.

Que no fue tu elección, pero sé cuál puede ser la mía.

    Hoy quería llevarte conmigo. Pero ¿cómo me atrevo? ¿Sacarte del lugar donde nacen las sonrisas gratuitas por llevarte al lugar de las necesidades?

Deberías adoptarme.

    ¿Sabes por qué? Mi horizonte lo han marcado mis rascacielos de vidrio y mi contaminación. Lo han marcado mis equivocaciones y mis gastos, lo han marcado mis ganas de tener y de atesorar.
Tu horizonte lo han marcado mis desechos, mi basura, y mis sobras. Lo que sobra.
Pero en esta vida, todo lo material se puede reciclar y ninguna persona sobra.
Yo no creo en las sobras.

    La primera vez que te vi correr hacia mí me enamoré. Creo que es curioso el primer momento en el que la inocencia choca con la culpa. Y la sana. A veces voy allí creyendo que puedo hacer algo por el mundo… gracias a Dios que el mundo puede hacer algo por mí.

    La primera vez que te vi correr hacia mí me enamoré. Gracias por ayudarme. Gracias por darme un calor que no es físico, y enseñarme que tenía que cambiar de zapatos para poder seguir andando. Gracias por el casco de obra mental, y por bañarme en alegrías. Por recordarme que por mucho que yo me lave por fuera, puedo seguir sintiéndome sucia. Por demostrarme que no importa el juguete, sino con quién juegas. Y sobre todo que el dinero a mí me dará más…pero a ti nunca te hará ser menos.


                            Porque aquí siempre tendremos paredes, pero tú,
 siempre tendrás familia.


Por Main Stanich.

Os dejo una canción genial de MARWAN que sabe SENTIR mejor que yo.






y un vídeo de un gran chaval, sobre el gallinero.









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