miércoles, 19 de mayo de 2010

Piedra.


Te toco y estás fría. Te toco y cada vez te siento más lejos. Te toco y recuerdo que no queda nada dentro de ti.
Rabia.
Juzgaste mis problemas y no fuiste capaz de resolver los tuyos. Creo que yo era uno de ellos. Creo que debía ser lo más hermoso que guardaran tus brazos y jamás fuiste capaz de abrazarme. Creo que quererme no era tan difícil. Preferiste no hacerlo.
Fue tu decisión, no la mía.
Noto la brisa y me echa una vida entera encima. Me echa tu maldito y asqueroso recuerdo. Echa tu perfume. Por eso no te olvido…tampoco quiero. Pero los recuerdos se guardan, no se subrayan. Los recuerdos están para aprender y apartar. Aprender y apartar. Nadie sabe hacerlo.
Te toco y estás fría. Fría y dura como lo has sido siempre. Guardada bajo tus rencores y tu malicia; bajo tu falta de fe sobre el mundo, sobre ti, sobre mí. Guardada bajo tu desconfianza.
Desconfiar es perder el rumbo.
Tú fuiste capaz de perder el rumbo que yo había conseguido encontrar con menos edad que tú. Soy tu cuerpo y soy tu sangre, llevo tu alma tatuada en la mía. Y todavía tengo miedo de ser más tú que yo, como tú fuiste más el mundo que nadie. Un mundo cobarde. Un mundo que no se arrepiente de ser débil, de vencerse ante los problemas como si los problemas fueran más grandes que él. Un mundo que tiene ansias de dejar de vivir y hace lo posible por dramatizar su existencia.
¿Qué clase de mierda somos?
¿Qué clase de mierda llevabas dentro cuando decidiste que los problemas desaparecerían cerrando los ojos y dejándote llevar? ¿Qué clase de mierda llevabas dentro cuando decidiste abandonar tu mayor problema; a mí?
Me estabas poniendo a prueba, estabas deseando que tu maldito recuerdo me hiciera perder el rumbo y creer ser tú por un segundo, para llevarme por el mismo camino por el que desapareciste tú; pero te equivocaste. ¿Sabes por qué? ¿Sabes cuál era la diferencia?
Que yo te quería.
Fue mi decisión, no la tuya.
Decidí querer a lo único que me hacía mal, a lo único que me intentaba destruir continuamente, porque me hiciste el mayor favor. Enseñarme quien no debo ser, quien no quiero ser, quien no soy. Siendo tú me enseñaste a ser yo. Me enseñaste lo que quería y lo que no. Y no puedo más que amar a mi mayor profesora.
Te toco y estás fría. Pero aun así te abrazo. Congelo tu frialdad con la mía y alimento la mía con la jodida piedra de tu lápida. He venido. He venido para recordar que las piedras se pueden romper, en mi mente la destruyo todos los días. En la realidad solo la abrazo.
En mi mente la rompo en pedazos para recordarme continuamente que lo que se reduce a piedra, se puede destruir, ha sido derrotado.
En la realidad la abrazo para recordarte que esta vez, yo he ganado.

Por Main Stanich.

No hay comentarios:

Publicar un comentario